domingo, 10 de julio de 2016

POR UN JUSTO REPARTO DE LOS RECURSOS


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Antes de empezar con este breve alegato, quisiera hacer una somera diferenciación entre Riqueza y Recursos: la Riqueza se define como la abundancia de Recursos (materiales, naturales, monetarios, etc.) y los Recursos son los bienes, o los medios de subsistencia, o el conjunto de elementos disponibles para efectuar una empresa o resolver una situación.  Por lo que considero que el término Riqueza (abundancia) no se ajusta a lo que vengo a exponer a continuación y sí, en cambio, el de Recursos.

Los países occidentales (y prácticamente todo el resto de naciones) están perdiendo cada vez más su soberanía y, a su vez, son menos dependientes del mandato de sus pobladores y, cada vez más, de los intereses de las élites plutocráticas transnacionales. De igual manera, esas misma élites, no se hayan establecidas en un espacio legal y, por lo tanto, no son responsables ni ante la población ni ante los gobiernos estatales; mudándose en un controlador (ordenador) oculto de los procesos económico-sociales. El egoísmo de los gobernantes (entre tinieblas) de la economía global lleva al hecho de que una selecta capa de esa misma "élite" sea cada vez más opulenta y, mientras, está más, y más, exonerada de un compromiso real para con la supuesta, justa y deseable prosperidad de aquellos cuyo esfuerzo han servido para la generación y disfrute de esa misma riqueza.

La fisura entre ricos y pobres, la (a) moralidad nociva del neoliberalismo imperante y sus teorías son incompatibles con el humanismo que ha de resurgir por el bien de la propia humanidad y del resto de los seres vivos.

El conjunto de la sociedad no debe permitir de acrecentar la grieta entre ricos y pobres. El fuerte no tiene el derecho moral de utilizar sus beneficios a costa de los débiles, sino, a la inversa, está obligado a cuidar de los desposeídos. Y, por supuesto, las PERSONAS (antes que simples trabajadores) que están empleadas deben recibir una retribución digna de acuerdo a su formación, capacidad y esfuerzo (real) desempeñado.

Por todas estas razones, nos debemos declarar, abiertamente, en una actitud de rebeldía Ética (y de firme combatividad pacífica), frente a la pura especulación, como una anomalía obscena, escandalosa y aborrecible. Por lo cual, cabe destacar el carácter autodestructivo de la economía global generadora de la deuda. Estados y pueblos enteros se están ahogando en la abominable deuda, y las venideras generaciones ya están, de antemano, castigadas a sufragar los débitos de sus ascendientes.

Las posibilidades de negocio en los empréstitos, a menudo fantasmales, revierten en más beneficiosos que en la (lógica y deseable) fabricación de productos manufacturados. En este sentido, hay que recordar acerca de la tergiversación moral de la situación en la que el dinero "forja" (nuevo) dinero sin el concurso de mano de obra humana. Enunciar, grandilocuentemente (y para nada ruborizante), a la propia esfera del préstamo crediticio como el primordial, y casi exclusivo, motor de la economía y su innegable preeminencia sobre el tramo real de la misma, entra en grave conflicto con los naturales principios éticos y morales de la mismísima humanidad. Esta situación altamente condenable, la llamaremos especulación (usura) pura y dura.

Una faceta tan destacada de la modernidad como el desplazamiento masivo de trabajadores "deslocalizados" (y desubicados) no se puede dejar desatendida. La razón del "destierro" laboral es innata a la ideología liberal materialista (y utilitarista) que desangra sistemáticamente a los pueblos de Europa (y de otras latitudes). Y para acabar de cerrar el círculo: Los intereses, de esas mismas élites plutocráticas, requieren de una mano de obra (descaradamente) barata y privada de sus más elementales derechos socio-laborales. Un sistema totalmente anómalo (y perverso) pero perfectamente engrasado.

Las frustrantes tentativas de los propios nativos de las naciones ricas por contener la marea migratoria son infructuosas, porque entran en conflicto con la descarada voracidad de sus mismísimas élites que están interesadas ​​en una fuerza de trabajo escasamente remunerada. Pero una causa aún más irremediable que llevó a la migración fue la trasmisión "vírica" de una cuasi religión concupiscente que apresó, no sólo a las élites, sino, también, a la gran masa de asalariados en los países con (aparentes) elevados niveles de vida: La renuncia a la procreación por una existencia más "libre", más egoísta y más narcisista; transmutándose en signo de la actual modernidad. La popularización de la ideología emancipada de descendencia, el culto a una vida sin progenie y sin vida realmente familiar, aboca a una contracción (ya confirmada) de la población en las sociedades, aparentemente prósperas, como en las que (mal) vivimos.

Y, en suma, las cotas actuales de consumo desaforado y la ideología del avance sin fin son inconciliables con los circunscritos y tasados recursos de nuestro extenuado mundo. La globalización ha precipitado (aún más) la carrera sin control del dispendio desmedido de los recursos de la madre tierra que nos fueron "otorgados". Los niveles de gasto de materias primas de esos países, que son conocidos en todo el mundo, han superado ampliamente los volúmenes de los recursos de esos mismos países "patrón". Es innegable que, si toda la humanidad absorbiese los recursos naturales con la misma virulencia que los países líderes, en términos de consumo, se producirá -y ya se está produciendo (cuasi) irreversiblemente- un cataclismo ambiental de magnitud planetaria.

Por todo ello propongo el proceso de estos puntos de reversibilidad:

  • Límite a una posible extensión artificial de las perspectivas de vida. La genómica y otros campos se deben articular para la estricta cura de enfermos. La manipulación para otros fines... mejor que no. No juguemos a ser dioses. Porque (evidentemente) no lo somos.

  • Aborto puramente terapéutico y en casos flagrantes de violación (y siempre dentro de los plazos que dicte la ley). Las mujeres no son dueñas de vida, sino transmisoras de la misma. Por supuesto son patronas de su cuerpo pero, no del nonato que llevan dentro.

  • Recuperación de las culturas tradicionales de cada Comunidad. Las diferentes generaciones (abuelos, padres e hijos) deben recuperar el hilo conductor de la Tradición para poder (nuevamente) entenderse y reconocerse. No nos entienden; no nos entendemos entre padres e hijos. Un drama, pero es así.

  • Y, por último, límite orquestado, entre todas las naciones, a la competencia y al desarrollo científico-tecnológico. Y más un verdadero desarrollo Humanista; más dedicación a alimentar espíritus y al cultivo de una verdadera fraternidad entre comunidades y, a fin de cuentas, entre PERSONAS.


Otro mundo es posible: por UN NUEVO MUNDO


Santiago Peña


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