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Antes de
empezar con este breve alegato, quisiera hacer una somera diferenciación entre Riqueza y Recursos: la Riqueza se
define como la abundancia de Recursos (materiales,
naturales, monetarios, etc.) y los Recursos
son los bienes, o los medios de subsistencia, o el conjunto de elementos
disponibles para efectuar una empresa o resolver una situación. Por lo que considero que el término Riqueza (abundancia) no se ajusta a lo
que vengo a exponer a continuación y sí, en cambio, el de Recursos.
Los países occidentales
(y prácticamente todo el resto de naciones) están perdiendo cada vez más su soberanía
y, a su vez, son menos dependientes del mandato de sus pobladores y, cada vez
más, de los intereses de las élites plutocráticas transnacionales. De igual
manera, esas misma élites, no se hayan establecidas en un espacio legal y, por
lo tanto, no son responsables ni ante la población ni ante los gobiernos estatales;
mudándose en un controlador (ordenador) oculto de los procesos económico-sociales.
El egoísmo de los gobernantes (entre tinieblas) de la economía global lleva al
hecho de que una selecta capa de esa misma "élite"
sea cada vez más opulenta y, mientras, está más, y más, exonerada de un
compromiso real para con la supuesta, justa y deseable prosperidad de aquellos
cuyo esfuerzo han servido para la generación y disfrute de esa misma riqueza.
La fisura entre
ricos y pobres, la (a) moralidad nociva del neoliberalismo imperante y sus
teorías son incompatibles con el humanismo que ha de resurgir por el bien de la
propia humanidad y del resto de los seres vivos.
El conjunto de
la sociedad no debe permitir de acrecentar la grieta entre ricos y pobres. El
fuerte no tiene el derecho moral de utilizar sus beneficios a costa de los
débiles, sino, a la inversa, está obligado a cuidar de los desposeídos. Y, por
supuesto, las PERSONAS (antes que
simples trabajadores) que están empleadas deben recibir una retribución digna
de acuerdo a su formación, capacidad y esfuerzo (real) desempeñado.
Por todas estas
razones, nos debemos declarar, abiertamente, en una actitud de rebeldía Ética (y de firme combatividad pacífica),
frente a la pura especulación, como una anomalía obscena, escandalosa y
aborrecible. Por lo cual, cabe destacar el carácter autodestructivo de la
economía global generadora de la deuda. Estados y pueblos enteros se están
ahogando en la abominable deuda, y las venideras generaciones ya están, de
antemano, castigadas a sufragar los débitos de sus ascendientes.
Las posibilidades
de negocio
en los empréstitos, a menudo fantasmales, revierten en más beneficiosos que en
la (lógica y deseable) fabricación de productos manufacturados. En este
sentido, hay que recordar acerca de la tergiversación
moral de la situación en la que el dinero "forja" (nuevo) dinero
sin el concurso de mano de obra humana. Enunciar, grandilocuentemente (y para
nada ruborizante), a la propia esfera del préstamo crediticio como el primordial,
y casi exclusivo, motor de la economía y su innegable preeminencia sobre el tramo
real de la misma, entra en grave conflicto con los naturales principios éticos
y morales de la mismísima humanidad. Esta situación altamente condenable, la llamaremos
especulación (usura) pura y dura.
Una faceta tan destacada
de la modernidad como el desplazamiento masivo de trabajadores "deslocalizados" (y desubicados) no
se puede dejar desatendida. La razón del "destierro" laboral es innata a la ideología liberal materialista
(y utilitarista) que desangra sistemáticamente a los pueblos de Europa (y de
otras latitudes). Y para acabar de cerrar el círculo: Los intereses, de esas
mismas élites plutocráticas, requieren de una mano de obra (descaradamente) barata
y privada de sus más elementales derechos socio-laborales. Un sistema
totalmente anómalo (y perverso) pero perfectamente engrasado.
Las frustrantes
tentativas de los propios nativos de las naciones ricas por contener la marea
migratoria son infructuosas, porque entran en conflicto con la descarada
voracidad de sus mismísimas élites que están interesadas en una fuerza de trabajo escasamente
remunerada. Pero una causa aún más irremediable que llevó a la migración fue la
trasmisión "vírica" de una
cuasi religión concupiscente que apresó, no sólo a las élites, sino, también, a
la gran masa de asalariados en los países con (aparentes) elevados niveles de
vida: La renuncia a la procreación por una existencia más "libre", más egoísta y más narcisista;
transmutándose en signo de la actual modernidad. La popularización de la ideología
emancipada
de descendencia, el culto a una vida sin progenie y sin vida realmente familiar,
aboca a una contracción (ya confirmada) de la población en las sociedades,
aparentemente prósperas, como en las que (mal) vivimos.
Y, en suma, las
cotas actuales de consumo desaforado y la ideología del avance sin fin son inconciliables
con los circunscritos y tasados recursos de nuestro extenuado mundo. La
globalización ha precipitado (aún más) la carrera sin control del dispendio desmedido
de los recursos de la madre tierra que nos fueron "otorgados". Los niveles de gasto de materias primas de esos
países, que son conocidos en todo el mundo, han superado ampliamente los volúmenes
de los recursos de esos mismos países "patrón".
Es innegable que, si toda la humanidad absorbiese los recursos naturales con la
misma virulencia que los países líderes, en términos de consumo, se producirá -y
ya se está produciendo (cuasi) irreversiblemente- un cataclismo ambiental de
magnitud planetaria.
Por todo ello
propongo el proceso de estos puntos de reversibilidad:
- Límite a una posible extensión artificial de las perspectivas de vida. La genómica y otros campos se deben articular para la estricta cura de enfermos. La manipulación para otros fines... mejor que no. No juguemos a ser dioses. Porque (evidentemente) no lo somos.
- Aborto puramente terapéutico y en casos flagrantes de violación (y siempre dentro de los plazos que dicte la ley). Las mujeres no son dueñas de vida, sino transmisoras de la misma. Por supuesto son patronas de su cuerpo pero, no del nonato que llevan dentro.
- Recuperación de las culturas tradicionales de cada Comunidad. Las diferentes generaciones (abuelos, padres e hijos) deben recuperar el hilo conductor de la Tradición para poder (nuevamente) entenderse y reconocerse. No nos entienden; no nos entendemos entre padres e hijos. Un drama, pero es así.
- Y, por último, límite orquestado, entre todas las naciones, a la competencia y al desarrollo científico-tecnológico. Y más un verdadero desarrollo Humanista; más dedicación a alimentar espíritus y al cultivo de una verdadera fraternidad entre comunidades y, a fin de cuentas, entre PERSONAS.
Otro mundo es
posible: por UN NUEVO MUNDO
Santiago Peña
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