domingo, 28 de marzo de 2021

EN REFERENCIA A LA NATURALIDAD DE LAS COSAS

 

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¿Qué es lo que entendemos por Natural?

En teoría debería de ser todo aquello que está en sintonía con la Naturaleza o su entorno. Es decir: “Tal como se encuentra en la naturaleza” (RAE). A nivel social, nos viene a indicar que, es un comportamiento coherente, profundo e instintivo de animales irracionales y personas.

Por este esencial motivo, la “naturalidad de las cosas”, está (filosóficamente hablando) en un franco enfrentamiento a lo artificial o a la contranaturalidad de comunidades manifiestamente corrompidas, amorales, artificiales y licenciosas. Sociedades irrespetuosas, con la naturaleza, con los mayores, con la historia, con la moral; con las costumbres y tradiciones de toda una anterior (pero no olvidada) época.

Hoy día, lo impostado es lo “culto”, el artificio hortera es lo (supuestamente) considerado; es lo moderno, es lo correcto. Y, por tanto, se le dota del “pomposo” distintivo de “progresista”; convirtiéndose, todo él, en una ideología: el progresismo. Ser Progresista es lo “cool” y lo políticamente correcto. El sexo (natural) de animales, y personas, es sustituido por una miríada de géneros inventados, adulterados y groseros. Por todo ello, el género, es un “ingenioso” artificio para (magistral y subrepticiamente) descontextualizar a la PERSONA. Es por todo ello que la “natural” descripción de las cosas se las renombra (injustificadamente con machaconería y obscenidad) como antiguas, viejas, desfasadas, arcaicas o retrogradas.

No obstante, la biología (como ciencia que estudia los procesos naturales de los organismos vivos) nos dice que, como manifestación coherentemente natural, somos, predominantemente, binarios. Esto es: dos sexos, compuesto por hembras y machos. -Por supuesto que, la naturaleza, en momentos muy puntuales y de forma excepcional, puede aportar seres hermafroditas, asexuados y/o invertidos. Pero, lo “normal”, son grupos formados por parejas sexuadas; no géneros-

Y, ¿por qué no, géneros? Como ya ha sido adelantado en el anterior párrafo, el género es una fina sutileza de las mismas neosociedades (instaurado y auspiciado por las llamadas Ciencias Sociales, de inspiración claramente neopositivistas y postliberales). Desde el Sentido Común (pensamiento natural) es un sinsentido y es una aberración; yendo, frontalmente, contra la misma naturaleza a la que muchas asociaciones, pretendidamente ecologistas, presumen de proteger.

Una gran parte de los llamados colectivos de izquierdas y parte (inocentemente) de grupos políticos de derechas han asumido (convencidamente) unos y (torpemente) los otros, unos propagados, y petulantes, razonamientos excluyentes; marcadamente axiomáticos, de ramplona progresía y machacona modernidad. Como si el resto de pensamientos, supuestamente heréticos, no tuviesen ni el más mínimo derecho a disentir y, menos, a intentar refutar con las competentes “armas” del pensamiento y la sana crítica a rebatir semejante barbaridades intelectuales y, por ende, a callar y a aceptar, sin la más mínima oposición, el “pensamiento único”, y exclusivo, dominante.

En estas neosociedades, supuestamente “democráticas” y liberales; endogámicas, de alma y pensamiento, las censuras (políticas y sociales) existen. Existen, inexorablemente, como los días y las noches. El resto de sociedades –“las otras”- se las califica de dictaduras o, en el mejor de los casos, democracias no consolidadas o no homologables y, por tanto, discutibles y, apremiantemente, reemplazables.

-Es posibles que esas sociedades (supuestamente) “no democráticas” (a nuestros ojos) no quieran serlo, según las autoatribuidas referencias occidentales-

No obstante, y de la misma manera, una parte importante de la ciudadanía, se tienen por PERSONAS despiertas, con derecho a la crítica y librepensantes. Por todo ello, ¿los comisarios del liberalismo democrático les acusarán de ser unos descreídos antidemocráticos? Lo “normal” (y lo más suave) es que se les tache de serlo o, en una gran mayoría de los casos se les califique -¡satánicamente!-, de ser unos irredentos fascistas desclasados.

Es interesante observar que el sentido verdaderamente democrático de la llamada progresía “brilla bastante por su ausencia”: “si no piensas como yo, eres un fascista”. ¡Sí, señor! Por lo que, la palabra democracia, desde hace ya mucho tiempo, es un término prostituido; con un significado vacío. Una bella palabra que, si no viene acompañada de respeto hacia los llamados disidentes, es estéril e inexistente. Prueba de todo ello, no hay nada más antidemocrático que las mismas democracias occidentales vigentes y ostensiblemente hegemónicas. Democracias propagandísticamente liberales y, a la vez, dictatoriales. ¡Democracias ponzoñosas, sutilmente liberticidas y detestables!

Como colofón, a todo lo desarrollado, lo artificial es contrario a lo natural; de la misma manera que… 

El artificio es un engaño y la falsedad una pura ficción

 

Santiago Peña

 

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sábado, 30 de enero de 2021

ACERCA DE LA MESOCRACIA O EL FIN DE LA (SUPUESTA) CLASE MEDIA

 

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Antes de analizar las trágicas consecuencias del fin anunciado, y claramente confirmado, de lo que conocemos como Mesocracia, vamos a definirla: “La Mesocracia es un sistema social en que la clase media es preponderante” (RAE).

Los regímenes mesocráticos –se ha demostrado con el tiempo- son los únicos que garantizan, realmente, las cacareadas “sociedades del bienestar. A día de hoy, una parte considerable de las llamadas (eufemísticamente) “sociedades libres” son lo que denominamos Mesocracias: una amplia clase media es (prácticamente la única) sustentadora de los “publicitados” (hasta el aburrimiento) estados del bienestar. 

Por tanto, todo lo que sea acabar, por accidente (incompetencia) o expresamente orquestado, con la maltratada, y disminuida (en una proporción considerablemente importante), Clase Media es ignominia y un anunciado suicidio de la Civilización Occidental, tal como la conocemos.

Por definición, una sociedad contemporánea convencional se encuentra estratificada en tres niveles (económico y/o social), más o menos delimitados pero susceptibles de (aparentes) cambios (lo que entenderíamos como “ascensor social”; en realidad no es tan sencillo el paso de un nivel a otro y solo se concreta en una muy escasa, y “afortunada”, minoría):

 

  • En el primer nivel nos encontramos con las élites o la llamada clase alta. Su forma de vida y de cómo “trabajan” con su amplios, y excedentarios, recursos les delata como poco solidarios. Es por ello que no aportan (o muy poco) lo que (moralmente) deberían de aportar al erario público: el Estado no percibe lo que realmente podrían llegar a contribuir en beneficio de la comunidad. Son una minoría alejada, expresamente (consentida), del resto del conjunto de los ciudadanos.
  • En el segundo nivel se halla la, ya mencionada, clase media: base real de la economía de un Estado; siendo perfectamente “monitorizable”, por parte del propio Estado, de los recursos de los que dispone y es, esta misma, la que aporta el grueso de los recursos para el sustento económico de toda una colectividad consolidada, justa y (aparentemente) redistributiva. La amplitud, o número, de ciudadanos situados en este escalafón determina el nivel real socio-económico de todo un país: a mayor número de contribuyentes netos, de este mencionado segundo escalafón, mejor nivel de vida (en general) de esa sociedad.
  • Y en el tercer nivel se situaría la creciente clase baja: nada puede aportar porque nada tiene para poder aportar al resto de la comunidad. La misma es la consecuencia más cruel, e injusta, de una abominable economía neoliberal y explotadora de la que -¡todos!- nos hemos “dotado”. El indiscriminado, y escandaloso, aumento de pobres sistémicos es un claro indicador de una civilización vampirizada, deshumanizada y narcotizada. 

 

Y, “para acabar de poner la guinda al pastel”, la infausta llegada de la pandemia COVID-19 ha servido para acelerar un proceso degenerativo que ya se vislumbraba desde hace más de una década: el mundo occidental, tal como lo conocemos con su propagada economía de “libre mercado”, está llegando a su fin y nos estamos adentrando, “plácidamente”, en una incertidumbre en la que la noche se ha instalado con visos de perdurar en una “vaporosa” eternidad…

Se dice que las crisis conllevan cambios. Cambios, siempre, para poder mejorar. La nueva sociedad que deberá de (re)surgir será, indefectiblemente, por una evidente, y natural, transformación de la PERSONA. Las PERSONAS cambian a las sociedades y no, como siempre se ha propagado, que: “las sociedades cambian a las PERSONAS”. Posiblemente las moldeen, pero no las cambian.

Este acontecimiento, de carácter eminentemente global, implica un evidente cambio de paradigma. Se está pergeñando un nuevo modelo de sociedad. ¿Cómo será? Como realmente queramos que sea. Todo depende de un renacido espíritu universal. No tengamos miedo a lo que ha de venir, ¡por que vendrá! El rumbo lo determinaremos -¡todos!- nosotros.

Maat, nos espera para servirnos. Recuperemos la verdadera esencia de la PERSONA: Justicia, Orden y Verdad.

 

Santiago Peña

 

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domingo, 15 de noviembre de 2020

DIFERENCIAS INSALVABLES ENTRE CIENCIA Y FILOSOFÍA

 

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El Saber Científico (en todas sus ramificaciones), como hijo aventajado de la Filosofía, se ha erigido en el indiscutible paladín del cacareado “progreso” de la franca totalidad de la humanidad. Título concedido, auspiciado y potenciado, por el propio globalismo liberal (tanto de izquierdas como de derechas). Por lo que no caben otro tipo de Disciplinas Humanísticas o Saberes Tradicionales -¡Todo por la Ciencia!-

En virtud de ello el empeño de la actual ciencia oficial (cientifismo tecnológico) es dividir para así, según sus inamovibles postulados (análisis y síntesis), conseguir los resultados previstos. Por lo que, la definición de Ciencia, se debería de entender como “el conjunto de herramientas para la adquisición de conocimientos estructurados que estudia, investiga e interpreta, los fenómenos naturales, sociales y artificiales” (DRAE).

Por consiguiente, el progreso científico, es una fórmula, o apelativo, utilizado, con (machacona) insistencia, para remarcar, o recordar, el “axiomático” avance de los conocimientos científicos. De igual manera el progreso técnico depende, y así se entiende, del progreso científico.

Por tanto, nuestra percepción del progreso científico, viene precedido por la imagen mental de que la Ciencia (o el conjunto de ciencias particulares), como facultad, acrecienta de forma (prácticamente) imparable su oportunidad para solucionar problemas; salvando la aplicación de esmeradas, y específicas, metodologías que, de modo genérico, incluimos con el título de método científico. No obstante es probable que, la Ciencia, no evolucione ininterrumpidamente sino que, en algún momento inconcreto, alcance el final de la misma. En pocas palabras: según cada Ciencia “existe” un mundo diferente.

En cambio, la Filosofía, tiene por objeto el conocimiento, no de las partes, sino de la totalidad del universo. O, dicho de otra forma: el pensamiento filosófico surge como un intento de llegar, tras la multitud y abigarrada pluralidad de los “fenómenos”, a una última unidad, a una esencia, a un ser; transcendiendo en la profundidad de las cosas, a lo desconocido pero, también, a lo cotidiano y poniéndolo, todo él, en duda. Por lo que el conocimiento filosófico posee una clara, y meridiana, tendencia hacia la universalidad. En consecuencia: abarcando, sin distinción, todos los campos del saber. Es, por tanto, el Todo (indubitado) su único, y principal, objetivo.

La fragmentación (por mor de la Ciencia) del conocimiento, y del saber universal, es un inconveniente y es una grave penalización para el conjunto de la humanidad. Es, por ello, preciso que emerja un nuevo proceso de renovado dinamismo: más equitativo, más armónico y, como culminación, más humano. Al fin y al cabo: donde prevalezca el espíritu de la PERSONA; donde la Ciencia, y la Tecnología, estén al verdadero servicio del género humano y no al contrario.

Resumiendo: el pretendido “bienestar” (o el propagado, hasta el aburrimiento, Estado del Bienestar) no es dominio de materia, y no son elementos contables, para un supuesto Bien Común. Es algo más alejado de la horizontal tierra; es elevación de espíritu, es bienestar del Alma, es coherencia, es armonía con el entorno más inmediato, es proyecto común y es, en definitiva, Hermandad.

OTRO MUNDO ES POSIBLE

 Santiago Peña

 

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