sábado, 30 de enero de 2021

ACERCA DE LA MESOCRACIA O EL FIN DE LA (SUPUESTA) CLASE MEDIA

 

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Antes de analizar las trágicas consecuencias del fin anunciado, y claramente confirmado, de lo que conocemos como Mesocracia, vamos a definirla: “La Mesocracia es un sistema social en que la clase media es preponderante” (RAE).

Los regímenes mesocráticos –se ha demostrado con el tiempo- son los únicos que garantizan, realmente, las cacareadas “sociedades del bienestar. A día de hoy, una parte considerable de las llamadas (eufemísticamente) “sociedades libres” son lo que denominamos Mesocracias: una amplia clase media es (prácticamente la única) sustentadora de los “publicitados” (hasta el aburrimiento) estados del bienestar. 

Por tanto, todo lo que sea acabar, por accidente (incompetencia) o expresamente orquestado, con la maltratada, y disminuida (en una proporción considerablemente importante), Clase Media es ignominia y un anunciado suicidio de la Civilización Occidental, tal como la conocemos.

Por definición, una sociedad contemporánea convencional se encuentra estratificada en tres niveles (económico y/o social), más o menos delimitados pero susceptibles de (aparentes) cambios (lo que entenderíamos como “ascensor social”; en realidad no es tan sencillo el paso de un nivel a otro y solo se concreta en una muy escasa, y “afortunada”, minoría):

 

  • En el primer nivel nos encontramos con las élites o la llamada clase alta. Su forma de vida y de cómo “trabajan” con su amplios, y excedentarios, recursos les delata como poco solidarios. Es por ello que no aportan (o muy poco) lo que (moralmente) deberían de aportar al erario público: el Estado no percibe lo que realmente podrían llegar a contribuir en beneficio de la comunidad. Son una minoría alejada, expresamente (consentida), del resto del conjunto de los ciudadanos.
  • En el segundo nivel se halla la, ya mencionada, clase media: base real de la economía de un Estado; siendo perfectamente “monitorizable”, por parte del propio Estado, de los recursos de los que dispone y es, esta misma, la que aporta el grueso de los recursos para el sustento económico de toda una colectividad consolidada, justa y (aparentemente) redistributiva. La amplitud, o número, de ciudadanos situados en este escalafón determina el nivel real socio-económico de todo un país: a mayor número de contribuyentes netos, de este mencionado segundo escalafón, mejor nivel de vida (en general) de esa sociedad.
  • Y en el tercer nivel se situaría la creciente clase baja: nada puede aportar porque nada tiene para poder aportar al resto de la comunidad. La misma es la consecuencia más cruel, e injusta, de una abominable economía neoliberal y explotadora de la que -¡todos!- nos hemos “dotado”. El indiscriminado, y escandaloso, aumento de pobres sistémicos es un claro indicador de una civilización vampirizada, deshumanizada y narcotizada. 

 

Y, “para acabar de poner la guinda al pastel”, la infausta llegada de la pandemia COVID-19 ha servido para acelerar un proceso degenerativo que ya se vislumbraba desde hace más de una década: el mundo occidental, tal como lo conocemos con su propagada economía de “libre mercado”, está llegando a su fin y nos estamos adentrando, “plácidamente”, en una incertidumbre en la que la noche se ha instalado con visos de perdurar en una “vaporosa” eternidad…

Se dice que las crisis conllevan cambios. Cambios, siempre, para poder mejorar. La nueva sociedad que deberá de (re)surgir será, indefectiblemente, por una evidente, y natural, transformación de la PERSONA. Las PERSONAS cambian a las sociedades y no, como siempre se ha propagado, que: “las sociedades cambian a las PERSONAS”. Posiblemente las moldeen, pero no las cambian.

Este acontecimiento, de carácter eminentemente global, implica un evidente cambio de paradigma. Se está pergeñando un nuevo modelo de sociedad. ¿Cómo será? Como realmente queramos que sea. Todo depende de un renacido espíritu universal. No tengamos miedo a lo que ha de venir, ¡por que vendrá! El rumbo lo determinaremos -¡todos!- nosotros.

Maat, nos espera para servirnos. Recuperemos la verdadera esencia de la PERSONA: Justicia, Orden y Verdad.

 

Santiago Peña

 

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