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El mercado no necesita de
verdades imperecederas. Solo requiere, y solicita, de beneficios contables. Lo
de menos es el bien social de toda una comunidad (estafada) sustentadora del
sistema. Éste, el sistema, se nutre, explota, emponzoña, segrega, sacrifica y
entierra a sacrílegos, y traidores, de la globalización y del pensamiento
único.
Por este principal motivo,
en la mal llamada democracia de las libertades, Las verdades (como valores
eternos) no tienen cabida. Molestan. Surgen, y se adoptan, pseudoverdades.
Después de todo, son trampas existenciales producto de una pérfida, y taimada,
ingeniería social.
El mercado como implacable enemigo del ser humano
¡Qué frase más detestable!:
“mercado
laboral”. ¡Qué relación más insana entre empleadores y empleados! De
esta desequilibrada dependencia se “obtuvieron”
otrora unos mal “derechos laborales”.
Pero, por mor de circunstancias ya sabidas [caída del muro de Berlín (1979) y
desintegración de la U.R.S.S. (1991)], los mismos han ido, paulatinamente, menguando.
La globalización neoliberal,
tanto de izquierdas como de derechas, es hegemónica en el hemisferio occidental
y casi en el oriental. Pero, ¡no todo está perdido!
Las sociedades occidentales,
custodias de un relativismo moral y subordinado, es un cenagal hediondo de
existencias aplastadas. Todas ellas, se argumenta, por el bien del progreso de
una humanidad rea y doliente. Ejemplo de falsarios valores por un sinsentido de
la vanidad y soberbia absoluta; de una codicia sin límites. Etapa última
incuestionada, e incuestionable, de un espacio común sin proyección en un más
allá.
No hay futuro; no surge un
nuevo albor. La negritud de un mundo corrupto, extenuado y (todo él) escindido, nos traslada a un mar
de soledades compartidas; consumación de una orfandad universal.
Los amaneceres son inviernos permanentes y los atardeceres son
lentejuelas y falsos brillos; sin luminosidad. Argumentos machacones de una
ilusoria verdad. Sofismas “perfectos”;
diseños inteligentes provenientes de una sofisticada ingeniería vil. Y, para
desgracia de toda una comunidad, las élites gobernantes son pastores indignos de
una sociedad brutalmente maltratada, sin conciencia, adormecida y pueril. Pero…
OTRO MUNDO ES POSIBLE
Santiago Peña
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