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Son dos principios abstractos, o característicos, diferenciadores respecto de los animales no racionales.
La Creencia, como motivación para alcanzar la Excelencia.
La Voluntad, como la capacidad consciente que nos mueve a hacer cosas de manera intencionada, por encima de las dificultades y de los contratiempos; la capacidad de decidir propia de un ser dotado de inteligencia y capaz de auto conjurarse desde la Creencia que ¡sí se puede!
Sócrates, como paradigma de la Voluntad, al decidir ingerir la cicuta (sabiendo que, con ese hecho transcendental, va a morir) alcanza la máxima plenitud como PERSONA, es decir, la Dignidad, y, por ende, la grandeza porque es soberano de su acto fundamental y último.
Tenemos que “desterrar” (de nuestro interior, como no virtuoso) al individuo asocial (autosuficiente, que se ríe de la propia sociedad que lo sustenta, impostado, vacuo y desagradecido por su propio orgullo) que llevamos todos dentro.
Posiblemente estemos en las primeras fases de transición de “humanoides con ramalazos que nos hacen oscilar entre lo humano y lo animal. El día que aceptemos de buen grado nuestra parte animal y nos abracemos a la naturaleza, habremos dado un paso en firme hacia el humano cuya semilla llevamos dentro” (Jesús Gabriel Gutiérrez). A la PERSONA de Verdad.
Santiago Peña
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