sábado, 25 de junio de 2016

¿NOS ENCAMINAMOS HACIA SOCIEDADES DISTÓPICAS?



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Antes de nada, definamos que significa Utopía: Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación (DRAE). En tanto en cuanto que, el concepto de Utopía, no debe admitirse, sólo, como algo puramente imaginario, sino como susceptible de ser llevado a la práctica.


Distopía como antítesis de Utopía


Distopía es el vocablo usualmente usado como antagónico al de Utopía y, aunque semejante a una sociedad hipotética diferente a la nuestra, lo hace con una concepción marcadamente nociva, o regresiva, para los intereses del género humano. La significación de Utopía vincula un colectivo, gobierno o propósito encomiástico, aunque quimérico; en una Distopía, por el contrario, la vieja frase de la ciencia ficción “esto es lo que podría ser” establece la visión fundamentadora de un mundo irremediablemente más negativo que el actual.

Los ejemplos de Distopías son, invariablemente, impresiones de sociedades futuras y contienen, normalmente, un fin pedagógico: el de revelar hacia donde se dirigen los pasos de la humanidad si el escenario no se enmienda, o regenera, de una forma contundente. En considerables situaciones, este fin didáctico, se obtiene a través de la sátira o la ironía. Los relatos de inspiración distópica iniciaron su andadura en las postrimerías del siglo XIX, y se han mantenido, invariablemente, hasta el presente. Los mismos nos hablan del temor, del temor al surgimiento de una comunidad tutelada por una élite dirigente que humilla a la PERSONA, de una u otra forma, y, por lo tanto a través de su mensaje, se rebelan contra los diversos sistemas políticos, económicos o sociales imperantes del momento: socialismo, comunismo, capitalismo, fascismo, feminismo, plutocracia, teocracia excluyente, antiecologismo,…etc.

Definición de Distopía


Originalmente, una Distopía (antiutopía o, también llamada, cacotopía), es una comunidad socio-política, con estructuras de estado, recreada –en teoría- artificialmente y aborrecible per se. Esta sociedad (o civilización) distópica acostumbra a ser introducida mediante una ficción literaria, artículo, poema, cómic, teatro o película.


Génesis del término


El significado de "Distopía" deriva del ámbito anglosajón. En cuanto a la etimología, la expresión se cimentó a partir del griego "Distopía" (dis-topía), es decir, del prefijo adverbial "dis" (mal) y del sustantivo "topos" (lugar). Este vocablo (que, a día de hoy, no está reconocido por la Real Academia Española)  germinó en la lúcida mente del filósofo y politólogo británico John Stuart Mill (Londres, 20 de mayo de 1806 — Aviñón, Francia, 8 de mayo de 1873), quien también empleaba el sinónimo (creado por Bentham) Cacotopía, del adjetivo "kakós" (malo), al mismo tiempo. Ambas palabras se basaron en el término Utopía, acuñado por el pensador, teólogo, político y humanista inglés Tomás Moro (Londres, 7 de febrero de 1478 – Ídem, 6 de julio de 1535) como ou-topía ("no-lugar"), es decir, “lugar que no existe”, normalmente descrito en términos de una sociedad perfecta o ideal. De ahí, entonces, se deriva Distopía, como una “utopía negativa”, donde la realidad transcurre en términos antitéticos a los de una sociedad perfecta. Comúnmente, las diferencias entre «Utopía» y «Distopía», dependen de la visión subjetivista del autor de la obra o, en algunos casos, de la percepción del propio lector (o espectador), que califique el contenido referido como estimable o inestimable.


Ejemplo de sociedades utópicas


A lo largo de la historia hay un número importante de novelas, y ensayos, que nos describen ciudades-estado “idílicas”. No obstante, destacaremos las tres, de época renacentista, que más huella han dejado en los “nuevos”, y casi periclitados, sistemas políticos de los siglos XIX y XX, respectivamente.

En primer lugar mencionaremos  “Dē Optimo Rēpūblicae Statu dēque Nova Insula Ūtopia” (en castellano, Libro Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía), del ya referenciado Tomás Moro, publicada en 1516 (o 1518). La obra se divide en dos piezas. La primera es un diálogo que se desarrolla (en esencia), sobre vertientes de carácter filosófico, económico y político en la Inglaterra coetánea al autor; la segunda es la parte narrativa, en sí, que, uno de los personajes del diálogo, realiza de la isla de Utopía. A fin de cuentas, trata de cómo una comunidad pacífica, que establece la propiedad común de los bienes (socialismo primigenio), en contraste con el sistema de propiedad privada y la relación conflictiva entre las sociedades europeas contemporáneas, o de la necesidad de cómo relacionar la filosofía y la política, de aquella época, para la máxima obtención del bien común.

En segundo término hablaremos de “La città del sole” (La ciudad del sol), del dominico italiano Fray Tommaso Campanella  (Stilo, Calabria, 5 de septiembre 1568 - París, 21 de mayo de 1639), que fue escrita en 1602, pero no fue publicada hasta 1623. Al igual que la anterior, se desarrolla en forma de diálogo entre un afamado almirante genovés y el Gran Maestre de los Hospitalarios. El hombre de mar narra al caballero cómo se vio forzado a desembarcar en la Isla de Taprobana, donde los nativos lo llevan a la Ciudad del Sol, que está cercada por siete grandes muros, destinados  cada uno a un planeta del sistema solar. En la cúspide del monte se halla un edificio dedicado al culto del Sol. En síntesis, es la idealización perfecta de una sociedad social-teocrática.

Y, por último, nos referiremos a “The New Atlantis” (La Nueva Atlántida), escrita, entre 1624 y 1626, por el filósofo (padre del empirismo), político, abogado y escritor Sir Francis Bacon (22 de enero de 1561 - 9 de abril de 1626), primer barón de Verulam, vizconde de Saint Albans y canciller de Inglaterra. Fue publicada en 1627. En este inconcluso relato se nos narra, en primera persona, el viaje a una ciudad-estado mítica, llamada Bensalem, en la que los ciudadanos mejor preparados para la ciencia dirigen una especie de universidad del saber, llamada “la Casa de Salomón”. El método de obtención del conocimiento es, como es obvio, el de la inducción en forma de experimentos científicos. Es decir, el pleno desarrollo del empirismo en nombre de la ciencia y la tecnología.

Si Tomás Moro y Campanella, siguiendo al canciller inglés, propugnan la idea socialista, Bacon cree advertir la solución del problema económico y social en el creciente desarrollo de la ciencia, Ésta ha de dar respuesta a todas las cuestiones humanas, incluyendo las relativas a cómo crear y cómo distribuir la riqueza. La ciencia como maestra de la Vida.

     

Ejemplo de sociedades “ficticias” distópicas


La Distopía es uno de los subgéneros más propagados de la ciencia ficción.

La más conocida es casi sin duda “1984”, de George Orwell, que retrata espléndidamente un indefinido futuro de la humanidad, fragmentada en tres megaestados de perfil claramente neofascista.

Otras obras muy sugestivas son: “Mercaderes del Espacio”, de Cyril M. Kornbluth y Frederik Pohl, una burla frente al capitalismo y la omnipresente publicidad; “Todos sobre Zanzíbar”, “El rebaño ciego” y “Órbita inestable”, tres distopías de John Brunner que tratan respectivamente la superpoblación, la contaminación y el armamentismo; “El cuento de la doncella”, de Margaret Atwood, un enfoque feminista de una teocracia absolutista en los EE.UU. (tema ya clásico tratado en su momento por Heinlein en “Si esto continúa...”).

Como es lógico, las Distopías, también han sido reproducidas fuera del ámbito literario.

En el campo del cine un buen ejemplo es “Soylent Green” (1973), adaptación de la novela “¡Hagan sitio, hagan sitio!de Harry Harrison, que trata, de igual manera, de la superpoblación.

Dentro del campo del cómic el ejemplo paradigmático es la aclamada “V de vendetta”(2006), con guión de Alan Moore e ilustraciones de David Lloyd, divulgada a lo largo de los años ochenta, donde se esboza un germinal Reino Unido postnuclear en la que un misterioso anarcoterrorista lucha por demoler al gobierno fascista de ese momento.

La icónica, y pionera, “Metrópolis” (1927), de Fritz Lang, se sitúa en lo más alto de la cinematografía distópica. Mastodónticas megaurbes con “ciudadanos” viviendo felices en sus rascacielos; en contraposición la clase obrera subsiste en el subsuelo, hasta que una angelical María surge para orientarlos. Figuradamente, hacia la libertad, pero,… en realidad… Una innegable pieza maestra, de visionado imprescindible, y referencia absoluta.

Y, como mención especial cabe destacar, la muy estimulante “Brazil” (1985), del cineasta británico Terry Gilliam. La cinta es un claro homenaje, de corte satírico, de la novela orwelliana “1984”.


Conclusión


Después de muchos comentarios (y reflexiones) extraídos a través de conversaciones de la calle (aparentemente triviales), de lecturas varias y, sobre todo (en este último lustro), del ambiente que nos rodea, se pueden llegar a percibir claras muestras de estar, ya, inmersos en este tipo de sociedades.

Las llamadas democracias imperantes, en las que estamos indefectiblemente instalados, nos han despojado de los atributos propios (sagrados e inviolables) de la PERSONA, como son los siguientes: Libertad, Ética, Dignidad, Justicia, Individualidad, Verdad, Integridad y Humanidad. Por lo que, esta panoplia de colectividades enfermas y deformes, se caracterizan por rasgos, y calificaciones, tan concluyentes, y execrables, tal como: burocráticas, prepotentes, injustas, alienantes, “globalizadoras”, clasistas, discriminatorias, incompetentes, corruptas, liberticidas e inhumanas.     


Santiago Peña


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